Las TIC no son un fin en sí mismas

Las TIC son un medio para realizar y facilitar determinadas tareas, pero no un fin en sí mismas. Solo son vehículos para transmitir mensajes, divertirse, relacionarse... por lo que no hay que fijarse tanto en el vehículo como en lo que transmiten: el contenido. Por ejemplo, nuestros hijos pueden estar jugando a un juego en el ordenador que puede ser tan educativo para el desarrollo cognitivo como lo pueda ser en el mundo analógico un puzzle, un juego de lógica (p.e. Mastermind) o juegos que desarrollan el vocabulario.

Las TIC, por sí solas, no conducen a situaciones de riesgo. Es el sistema de valores y los hábitos inadecuados con los que se utilizan lo que da lugar a dichas situaciones. Si nuestros hijos utilizan las tecnologías con valores equivocados, lo que hay que cambiar son sus hábitos de consumo y su sentido de la responsabilidad, de la conciencia, y de la propia seguridad.

La educación en valores está en la base de toda la educación, ya sea para el mundo analógico como para el digital. Las enseñanzas básicas de este tipo que los padres transmitan, servirán pues para ambos contextos. La forma de utilizar la tecnología, adecuada o inadecuada, dependerá en definitiva de los valores que los padres hayan transmitido.


A partir de una determinada edad consentimos que nuestros hijos salgan de casa solos, pero antes de eso nos aseguramos de haberles enseñado el camino a casa y a la escuela, a mirar a ambos lados antes de cruzar, a no hablar con extraños y a no pasear por lugares peligrosos. De la misma manera, no hay que tenerle un miedo irracional a que utilicen las TIC, siempre y cuando nos preocupemos de enseñarles a hacerlo de manera responsable y segura.


Estos valores tienen una enorme trascendencia en nuestras vidas, porque influyen en todas las decisiones que tomamos. Debemos tener muy claro cuál es el sistema de valores que queremos transmitir a nuestros hijos y cuáles son sus prioridades, sus preocupaciones, sus objetivos y sus creencias. Los valores no se transmiten por instrucción sino por experiencia. No podemos quejarnos de que nuestros hijos no leen si nosotros no leemos, ni podemos decirles que dejen de jugar con el ordenador y que salgan a la calle a jugar si nosotros nos pasamos la tarde entera delante del televisor y no hacemos otras actividades.