Seguridad y comunicación con TIC

Las comunicaciones a través de las TIC en cualquiera de las formas que hemos mencionado son hoy día un elemento tan común en la vida de los adolescentes como pueden serlo el teléfono o incluso la comunicación en persona.

Es frecuente ver incluso a personas de más edad como los abuelos utilizar los mensajes como una herramienta imprescindible cuando hay una separación de ciudad o de país. En general estos programas son una herramienta útil y práctica que ofrece muchas ventajas, pero también hay que ir con cuidado con algunos aspectos de los mismos.

Idealización


Es bastante común que se dé un proceso de idealización de la persona que está al otro lado del teléfono, sobre todo si es alguien a quien hemos conocido superficialmente y siempre se muestra amable a través de estos medios. Cuando utilizamos las TIC tendemos a mostrar nuestra mejor cara: el hecho de que sea una comunicación escrita invita a meditar mejor lo que se está escribiendo y puede dar lugar a apreciaciones equivocadas sobre la personalidad de nuestro interlocutor.

No es raro ver casos de “enamoramientos” basados en una impresión que no siempre tiene por qué ser la correcta, así como una falsa sensación de intimidad. No estamos partiendo de la posibilidad de que uno de los dos interlocutores sea malintencionado, sino de la de ser conscientes de que, por mucho que creamos conocer a la otra persona, nunca la vamos a conocer del todo si no nos relacionamos con ella en la vida real.

No hay que olvidar que lo que se ve en un chat es siempre algo parcial, nunca a la persona completa. Las sensaciones de “es la única que me entiende”, o “puedo contarle cosas que no podría compartir con otras personas” están más motivadas por el canal comunicativo que por el emisor, y eso nos lleva a crearnos esas impresiones incorrectas de las personas con las que hablamos.

Si ya introducimos la mala intención, podemos encontrarnos con conductas delictivas como el grooming, que ocurre cuando una persona adulta se gana la confianza de alguien menor de edad creando un vínculo y una dependencia con el objeto de cometer algún tipo de abuso sexual, ya sea a través de imágenes o vídeos con contenido sexual o de citas en el mundo real.

Este tipo de depredadores se ceban con víctimas adolescentes con escasa autoestima y una gran falta de afecto, presentándose como aquellas personas que van a colmar ese vacío y, una vez enganchada la víctima, comenzar a persuadirles, controlarles y chantajearles. En general no es buena idea aceptar chatear con alguien desconocido o sin referencias y es definitivamente una mala idea entrar en una sala privada de chat con alguien a quien acabamos de conocer.

Anonimato


Reafirmamos la importancia en determinados entornos de mantener el anonimato y proporcionar siempre una identificación diferente a la real, manteniendo la propia identidad.

Si queremos mostrar diferentes facetas de nuestra identidad, cada vez es más frecuente que las personas tengan más de un perfil en las redes sociales, uno con sus datos de identificación reales donde muestran su lado socialmente aceptable (y real, no están fingiendo nada), y por otro lado otro perfil sólo para su círculo de amistades más allegadas en el cual poder introducir opiniones que competen al ámbito personal y que no tienen por qué conocer otras personas.

Peticiones


En general conviene desconfiar de peticiones no esperadas de personas que no conozcamos. Así, es mejor no fiarse de alguien que de buenas a primeras pide una foto, encender la webcam o iniciar temas de conversación comprometidos o que pueden resultar incómodos.

Por supuesto nunca hay que citarse a solas con una persona a la que acabas de conocer por chat. Eso sirve para los adultos, y mucho más para los adolescentes.